domingo, 22 de agosto de 2010

Sintiendose bien

Llegué a la rambla. Vi a las parejas juntas, vi minas lindas, vi viejos esforzándose por trotar una cuadra más. Me senté en el murito. Llegué hasta ahí caminando sin rumbo, explorando esta vida nueva que se abre ante mí. Y cada paso que doy me muestra que la rambla, la caminata, el mundo entero, está lleno de cosas nuevas que me pueden hacer feliz. Un jugador sabe de eso. Siempre entra a todas las casas, salta a los lugares más difíciles para encontrar ese treat oculto que de alguna forma lo va a hacer feliz.

Y el viaje para llegar hasta ahí me hizo pensar que el mundo es igual. Todo está en constante cambio y uno puede ser parte de eso. Así, aunque tenía que volver a X hora solo porque yo así lo había hecho, no lo hice. Estaba pasando demasiado bien. Rompí una de mis reglas escritas en piedra. Entonces descubro que las reglas se pueden romper y que yo puedo cambiar. Puedo estar con gente. Puedo sentirme feliz. Puedo dejar mis obsesiones. Puedo ser libre.

Y entonces, mientras escuchaba música y miraba sentado a la gente pasar, algo se movió dentro mio. Y lloré. Otra vez más, llore. Pero esta vez, fue de felicidad. Me sentí feliz por estar vivo y por darme cuenta que eso es estar vivo: la oportunidad de disfrutar todas esas cosas bellas que uno se encuentra por el camino, la oportunidad de ser mejor, la oportunidad de empezar de vuelta.

Por primera vez en meses agradecí por estar vivo.

Hay un futuro, solo hay que llegar hasta él. Me levanté y bajé hasta la playa. Algo que tampoco había hecho nunca en Montevideo, porque supuestamente ‘están sucias’. Toqué la arena. Una vez más, logré hacer algo nuevo.

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